El diputado Carlos Arreola volvió a quedar marcado ante los potosinos como el gran traidor de la democracia, luego de abstenerse cobardemente en la votación para aprobar la polémica Ley Ruth. Su silencio no fue neutralidad: fue obediencia.
Arreola presume la bandera de Morena, pero todos saben que por debajo porta la playera verde, totalmente sometido a los intereses del gobernador en turno. Su abstención fue un favor político, no un acto de congruencia.
Arreola elige el camino fácil: vender la voluntad del pueblo por unos cuantos pesos, como ya es costumbre. Su actuación demuestra que su lealtad no está con la gente, sino con quienes lo mantienen cómodo y callado.
Es indignante que personajes así ocupen espacios que deberían pertenecer a personas honradas, defensoras auténticas de los derechos ciudadanos y no a quienes doblan las manos al primer chasquido del poder.
Con su abstención, Carlos Arreola confirmó lo que muchos ya sabían:
cuando el pueblo lo necesita, él nunca está; pero cuando el gobernador lo llama, siempre obedece.
Un diputado que traiciona a su gente no representa a nadie. Representa solo a su propio interés… y a quienes lo tienen bien sujeto.
El traidor del pueblo:
Autor:redaccion









