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Odín, el patiño gallardista de la cultura estatal potosina

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PATIÑO: dícese de una persona a la que se hace blanco de las burlas, una especie de personaje secundario en la comedia que hace sobresalir a un cómico (o gobernante) principal.

Odin Patiño es un funcionario que se niega a estar en la banca a pesar de que ahí está desde sus etapas de futbolista en los Pumas de la UNAM.

O bueno, no es que no sepa que la banca es su destino y más aún, que en lo que respecta a temas culturales, justamente ese debería ser su lugar; y quizá no sólo en este sector sino en el suyo propio, el deportivo, donde fue retirado como subdirector del instituto deportivo por el propio gobernador -que despues lo recolocaria en la nómina estatal ahora en el sector cultural-, justo por su pésimo desempeño al intentar jugar en esa institución.

Sabido es que el «gobierno del cambio», cree que, poner a gustillo a amiguetes, familiares y semiconocidos por el mero capricho de hacer su santa voluntad, le debería ameritar la sobadita obligada al ego a grado tal, del mencionar su nombre en cada evento del sector cultural organizado por la Secult SLP, es decir, el nombre del gobernador Ricardo Gallardo Cardona, como si la población no supiera de quien es la obligación y responsabilidad y no una dádiva que parece debe agradecérsele a cada instante.

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Odin llegó sin el nulo conocimiento a la dirección de un museo de histórica categoría, más que por «haber viajado mucho y en tales viajes, haber visitado muchos museos», como el lo expresó en una entrevista. Este funcionario que gana casi 40,000 pesos mensuales, se ha desempeñado como patiño cultural desde hace unos meses que fue colocado como premio de consolación en la dirección del Museo Francisco Cossío, por muchos años conocido como la Casa de la Cultura.

Y bueno, como futbolista venido a menos, en una entrevista ya citada, que daría mucha risa si uno no se percatara de que el funcionario está hablando en serio, de que al aventarse dos que tres zalomeros balonazos a su jefe, aceptó de manera francamente cínica, que solicitó a la artista visual Soraya Peña que pintara a caballo al mismísimo Ricardo Gallardo Cardona por considerarlo «el máximo exponente de la charrería potosina», agregando que cualquiera artista que lo plasmara en lienzo, aumentaría «su plusvalía».

Claro, en tiempos donde la lambisconeria parecería no tener tope ni limite alguno. Y para ejemplo, el esperpento llamado máscara con el rostro del titular del gobierno estatal, exhibido con bombo y platillo en el Museo Nacional de la Mascara de la capital potosina.

El ex futbolista le sale lo «fair play» en la cancha cultural cuando la pintora Peña, revela que de igual manera, para poder exponer en este magno recinto, debería «mocharse» con una cuota del 30% por exponer su obra, pasando por alto que esta es una institución que debe estar abierta a creadores del Estado más allá de las infames ocurrencias presentadas en el museo que dirije, donde apenas hace unas semanas, presentó como un «Festival de Arte Abstracto» una serie de eventos sin sentido ni trascendencia donde la cúspide de lo absurdo justamente, seria una clase de Spinning, en una actividad que nada tenía que ver con la idea de arte abstracto y que eso sí, dejaría en claro, el nivel de abstracción en que la cultura gallardista se encuentra más que sumida.

Con autogoles de antología, el tal Odin, el patiño cultural del momento, sumó como tal a esta aventura, a un funcionario de tristes memorias en la administración cultural en sexenios recientes y patiño por mérito propio: Juan Carlos González Islas, cuyo mérito para llegar aquí, fue tener un programa cultural en canal 7 (empresa de donde surgió la actual Secretaria de Cultura Elizabeth Torres Méndez) y le valió el ser colocado como responsable de cultura del altiplano potosino.

González Islas es aquel funcionario que en los sexenios de Toranzo Fernández intentó llegar junto con otro ominoso personaje, Arturo Castillo, a la cabeza de la Secult allá por 2010, infundiendo la incertidumbre y el terror en esta dependencia y utilizando recursos públicos para atacar a distintos creadores con el poder que la Secretaria de Cultura de ese entonces les otorgaba. Afortunadamente, ambos funcionarios, fueron desarticulados, desapareciendo al menos durante el sexenio de Juan Manuel Carreras López. Pero los tiempos del Señor son inciertos y en este sexenio del #YaSeNota, SE NOTÓ que había que resucitar a funcionarios de lamentable historial como González Islas.

La artista Soraya Peña, señala justamente a Juan Carlos González Islas como quien originalmente le solicitó el susodicho cuadro en honor de la figura del gobernante oriundo de Soledad de Graciano Sánchez para dárselo de regalo. Ante el cobro de esta por tal petición que para ella venía de un cliente más, en la reunión con ambos personajes en el Francisco Cossío para plantear la solicitud de poder exponer en este recinto, se encontró con la misma solicitud de parte del director, además de minutos antes, al llegar a la ex Casa de la Cultura, recibir una llamada de atención de González Islas por no presentarse a la cita con Odin Patiño, «de falda y tacones», en un franco gesto sexista que ella percibió como de acoso a su persona.

Patiños van y patiños vienen. Y este sexenio tiene en cancha a varios «Odines» y «González Islas». En tiempos donde los gobernantes con tendencias populistas gritan a los cuatro vientos que ahora ya no hay corrupción, cabe resaltar que colocar a personas sin conocimiento, con base a influencias, amiguismos o nepotismo, corresponden a actos de franca corrupción donde la intolerancia fincada en la amenaza y la intimidación y hasta el espionaje a detractores, son banderas que no deberían tolerarse. Afortunadamente, ya el magisterio potosino puso la muestra de que jugar asi no debe ser más parte de nuestro juego por una democracia verdadera.

Y más aún, en cuestión cultural, la valentía de una mujer creadora, Soraya Peña, pone el dedo en la llaga para abrir y discutir el tema de los Patiños y los malos (G)Odines que pululan hoy en día ya en el Museo de la Máscara, El Museo Laberinto, el del Ferrocarril, el Centro de las Artes, el Museo de Arte Contemporáneo, la casa del Poeta Ramón López Velarde y siga usted enumerando esta selección infame que, salvo muy contadas (contadisismas) y honrísimas excepciones, parece que en nada salvarán este juego perverso en que se ha convertido la Secretaria de Cultura de San Luis Potosí, comenzando por su titular y varios de sus funcionarios de primer nivel, como patiños totales del gobierno en el poder.

Que el #VivirSinMiedo sea más allá de un falso slogan de campaña de un gobierno que mucho se ha cebado con estrategias de terror para con la mayoría de sus trabajadores gubernamentales. A 18 meses, falta mucho gobierno verde aún por recorrer, pero las denuncias y las protestas aparecen necesarias y poderosas para confrontar estas prácticas de corrupción cultural que hay que trabajar por no fortalecer aún más.

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