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San Luis Potosí

Una tarde de viernes en el PRI

La Teoría del Meme, una columna de Chucho Ramírez

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Alrededor de las 6 de la tarde, comenzaron a llegar al sombrío y solitario coloso de la Colosio algunas de las pocas figuras priístas que subsisten en San Luis Potosí.

Puntual y antes que nadie, la nueva dirigente, Sara Rocha bajó de su camioneta con una sonrisa de oreja a oreja, que se fue desdibujando al darse cuenta de la nula convocatoria y falta de comisiones de cortesía que salieran a recibirla.

La regidora Maribel Lemoine, fiel a su estilo dicharachero, llegó arengando y vitoreando a su partido, aunque por momentos el tono sarcástico de sus frases dificultaba entender el sentido de sus cánticos.

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El diputado Alejando Leal, llegó a las prisas y sin siquiera inmutarse o molestarse en caminar unos metros más, estacionó su camioneta Chirey en la rampa de acceso para discapacitados, dejándola ahí por el resto de la tarde.

Edmundo Torrescano, Martha Orta y parte de su séquito, arribaron presurosos e ingresaron al lúgubre edificio sede del otrora omnipotente PRI.

Martín Juárez, Secretario del Bienestar del ayuntamiento capitalino llegó con un semblante nostálgico que contrastó con el de Hector Covarrubias, dirigente de la CNC que también se dió cita, aunque el llegó en un mood un tanto más animoso, tirándole a molesto.

Al interior ya se encontraba Elías Pesina y un delegado del CEN, quien como niño en escuela nueva, no sabía ni a quien hablarle, ni a dónde ir. Eso si, cargaba con una carpeta de esas de papelería para todos lados y no la descuidaba ni un momento.

Enrique Galindo llegó, entró y salió. Desde el pasillo del primer piso se escuchó que dio unas palabras refiriéndose a la encomienda de Alito Moreno, dirigente nacional del tricolor. Su expresión y lenguaje corporal magro, dificultó a quien escribe, vislumbrar el ánimo del alcalde, quien seguramente está satisfecho, aunque pensativo sobre cómo se dieron las cosas al final.

No hubo convocatoria a medios de comunicación, las y los pocos presentes fueron invitados al cónclave en la oficina de la presidencia, donde el trámite se dio con una tensa calma, de esas en las que hasta los chistes se vuelven incómodos.

No estuvo presente el síndico Víctor Salgado. Ni tampoco Yolanda Cepeda, quien previamente renunció a su cargo de Secretaria General del partido. Se justificó por una condición médica incapacitante, que incluso la obligó a pedir licencia en su cargo de diputada en el Congreso del Estado.

En el pasillo, las voces de Maribel Lemoine y Martha Orta se escucharon, aunque entre el eco de las salas vacías los sonidos se distorsionaban, pero las palabras “renuncia” y “convocatoria” se repitieron un par de ocasiones, eso sí se escuchó clarito.

Era evidente la molestia y hasta afuera de la sala de juntas, esa donde muchas veces se escribió el destino de San Luis Potosí, se sentía el calor que emanaba esa habitación. Era un calor soporífero, denso, un calor que obligó a varios asistentes a limpiarse las entradas y las pelonas en un par de ocasiones. Que bueno que no nos invitaron, hubiera sido muy incómodo pedir salir a mitad de la unción.

El PRI hizo lo que sea que haga el PRI en estos casos y se dieron las formalidades estatutarias para terminar con el trámite.

No se necesita ser un experto para saber cuando algo no está en guión, o cuando algo rompe el protocolo, siempre pasa: ya sea una ocurrencia, un reclamo o incluso algún comentario fuera de timing. En esta ocasión fue la abrupta intervención del diputado Edmundo, quien incluso antes de las formalidades y cortesías a las dirigencias entrantes y salientes, sacó otro folder, (igualito al del delegado que por cierto, para no dejarlos con la duda, ahí traía el papelito firmado por Alito para darle validez al nombramiento de Sara), pero en este caso el folder de papelería, ya medio abollado por la presión de los dedos de Torrescano, que un día antes retomó su cargo de presidente de la Comisión de Procesos Internos, contenía el documento de convocatoria a proceso interno que el órgano a su cargo preparó para tan especial ocasión.

Mire, yo no soy un experto, pero soy preguntón y según uno de los asesores jurídicos del partido, por estatutos, la dirigencia que preside Sara Rocha, es solamente una dirigencia de transición, temporal, por un rato nomás; vamos, para entendernos mejor: a doña Sara solo la nombraron para que ella sea la encargada de emitir la convocatoria para elegir a la dirigencia que llevará el proceso del 2024 y evitar que se caiga el edificio durante los 60 días que tiene para emitir y que se valide en el CEN dicha convocatoria.

La carpeta y una copia más del documento fueron entregados en propia mano de la dirigencia entrante y del delegado del CEN, quien seguía sin entender del todo lo que estaba pasando o en que diantres lo habían metido.

Ahora solo falta que doña Sara se aplique y de manera formal y oficial le envíe por paquetería, e-mail o hasta por whatsapp la convocatoria al CEN, para que allá en la CDMX la validen y aquí los priístas puedan tener su proceso interno y pelearse por lo que sea que quede de su partido. Si es que queda algo.

Cortesías más, cortesías menos… Había una molestia evidente en la mesa, misma que evitó que Sara Rocha tomará la palabra. Probablemente fue lo mejor.

Contra toda tradición y costumbre priísta, ahora ni ritual de foto hubo. Supongo que hubiese sido complicado pedirle a los asistentes que sonrieran. Rechinaron las sillas y el primero en abandonar el edificio fue Enrique Galindo.

Las cortesías a la salida fueron lo que siempre son, algunas risas, miradas penetrantes de lado a lado de la plancha exterior y semblantes cansados, tal vez porque era viernes y ya pasaban de las 7.

Sin más ni más, como si estuvieran en el antro, les prendieron las luces y todos comenzaron a marcharse, dejando al coloso de la Colosio nuevamente vacío, con unas cuantas luces encendidas y con Sara Rocha dentro.

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