Humo blanco en Estados Unidos, y lo que viene después

En Clave De Fa, una columna de Israel Navarro.

Dice el refrán: “a chillidos de marrano, oídos de chicharronero”. Y pareciera que esa fue la estrategia de campaña de Joseph Robinette Biden Jr., quien es el virtual presidente electo de Estados Unidos. Ante la estridencia trumpista, llevó una campaña insípida y de bajo perfil que se limitó a señalar las deficiencias de la administración y capitalizar la división que el mismo Trump sembró.

Esta estrategia fue similar a la de Hillary Clinton, pero con dos salvedades. Biden no tiene los negativos y detractores que tenía ella al interior del partido; y por otro lado, el Trump del 2016 representaba el antisistema. En el 2020 ya es parte del problema, y uno grande: la economía y la salud.

Precisamente, la clase trabajadora afectada por el desempleo y el COVID en los estados del cinturón industrial, principalmente en Michigan, Wisconsin y Pennsylvania, es la que le dio mayor soporte a Biden para alcanzar los codiciados 270 votos del Colegio Electoral. En estados como Georgia, que históricamente había sido Republicano, los afroamericanos inclinaron la balanza; y en Arizona el voto latino también hizo diferencia a favor del candidato demócrata.

¿Qué sigue ahora? Pues, un proceso de transición tormentoso en el que Donald Trump se va a encadenar al escritorio de la Oficina Oval e interpondrá cualquier recurso legal ocioso con tal de mitigar la imagen que más le pesa a su ego: la de perdedor.

A Trump no le queda otra, más que ponerse los pantalones de adulto y conceder. Día que pasa y no lo hace, debilita a su partido y le recuerda a los votantes de Biden, que su voto fue correcto y valió la pena.

Los Republicanos tendrán que reorganizar su liderazgo a nivel nacional y llenar el vacío de poder que se avizora en el corto plazo.

Los encuestadores terminarán de lamerse las heridas después del revés que recibieron la noche de la elección, y apostar a un modelo más eficiente en términos predictivos.

Los Demócratas tienen que desarrollar una narrativa más emotiva, pues al no tener el odio hacia Trump como plataforma, necesitan construir una nueva que se adapte a la realidad que viven millones de estadounidenses, sin importar su preferencia política.

Y Biden, tiene la tarea más difícil: traer un sentido de restauración a la investidura presidencial y de unidad al país, que está brutalmente polarizado. Tiene 4 años para remediar esa auténtica rifa del tigre.