¿Qué quiere Xavier Nava?

Corte de Caja: Una columna de Luis Josué Martínez

En agosto de 2015, a poco menos de un mes de tomar posesión como diputado federal, estreché por primera vez la mano de Xavier Nava Palacios. El nieto del histórico líder social potosino, Salvador Nava Martínez, acudió a entrevista radiofónica en el programa A Detalle de Global Media que por entonces yo producía.

Era desde entonces una figura sui géneris: pese a su estirpe potosina y navista, con 43 años incursionaba por primera vez en la política local. Hasta ese momento, se había dedicado al ejercicio privado de su profesión como consultor (es Licenciado en Relaciones Internacionales y Maestro en Política Social y Planeación), y tuvo algunos cargos públicos fuera de San Luis Potosí: jefe de Evaluación y Análisis de Proyectos en el gobierno del Distrito Federal entre 1997 y 1999, y asesor del Secretario de Gobierno de Chiapas, Emilio Zebadúa, de 2000 a 2003.

En la segunda mitad de 2015, Nava Palacios se convertiría en diputado federal por el PRD, pero sin estar afiliado a dicho partido. Le tocó ser legislador por el Sol Azteca en las épocas de la fragmentación intestina de ese instituto político en busca de la conformación del Frente electoral junto al PAN y Movimiento Ciudadano, y del control casi absoluto del gallardismo a nivel local.

Nava era diputado por el PRD sin ser perredista, pero tampoco se identificaba abiertamente con otro partido. Operó políticamente contra los Gallardo y para eso tejió alianzas con el empresariado local y con el propio gobernador Juan Manuel Carreras; sin embargo, tampoco abrazó al priismo a pesar de su buena relación con muchos industriales locales de conocida filiación tricolor. En 2018 obtuvo la candidatura a la presidencial municipal por el PAN, -pero otra vez- sin afiliarse al partido. Desde hace cinco años Nava ha navegado entre el pragmatismo político y la ambigüedad ideológica.

Aquel verano de 2015 había una pregunta que, una y otra vez, Claudio García (entonces conductor de A Detalle), le hacía reiteradamente al diputado federal electo: “¿Qué quiere Xavier Nava?”.  El experimentado periodista enfatizaba la necesidad que había en los potosinos de una clase política distinta: “necesitamos diputados locales y federales que en serio trabajen, que si van a atraer recursos sea para los proyectos que en serio necesitan los ciudadanos, no para llevarse tajadas, que si operan políticamente, no sea nada más para saltar de puestos, ¿qué quiere Xavier Nava?”.

El nieto de Salvador Nava insistía en ser un político distinto, representante de una generación nueva y fresca. Un hombre preparado en el servicio público y la iniciativa privada que entendía las necesidades de la sociedad, con la capacidad de trabajar para establecer soluciones. Afirmaba ser pragmático, honesto, un diputado que se dedicaría a hacer políticas públicas más que grilla.

Pasaron casi dos años y en plena antesala electoral del 2018, ya como coordinador editorial del Semanario Exprés, lo entrevisté luego de una charla que tuvo con reporteros en un restaurante en el poniente de la capital potosina.

-Eres, en más de un sentido, un “nuevo político”, estuviste durante años lejos de los vicios de la clase política, pero en este tiempo como diputado, ¿Xavier Nava ha logrado mantenerse limpio o se ha contagiado de estos vicios?, le pregunté.

-Ningún vicio. Nos hemos mantenido al margen de esas prácticas, no me he corrompido, y me he dedicado a trabajar con honestidad.

Si hablamos estrictamente de política, su corta carrera en el servicio público local tiene pocos tropiezos. En un lustro pasó de ser prácticamente un desconocido a convertirse en diputado federal, operó exitosamente contra la enorme maquinaria electoral de los Gallardo, se convirtió en alcalde de la capital y su nombre no deja de figurar entre los aspirantes que podrían buscar la gubernatura del estado en 2021. Sin embargo, si intento ver más allá, me cuesta trabajo percibir en sus acciones de los últimos años la esencia de un “político distinto”.

Sé que todos los servidores públicos trabajan pensando en su futuro electoral. Pero la historia reciente nos confirma que, cuando se trata de la presidencia municipal de San Luis Potosí, esa empresa es una batalla perdida. El ayuntamiento potosino es una bomba de tiempo. Todo aquel que ha querido transformarlo en casa de campaña ha fracasado.

Así lo vivieron Jorge Lozano (que buscó primero la gubernatura, después una senaduría y terminó renunciando al PAN, por cierto en una escena telenovelesca en la que frente a cámaras y reporteros rompió su credencial del partido); Victoria Labastida (que también quería saltar al Senado), Mario García Valdez (que intentó ser candidato a gobernador), y Ricardo Gallardo (cuyo proyecto era reelegirse y después competir por la gubernatura).

La capital potosina no puede gobernarse pensando en elecciones: es una ciudad dinámica con una clase empresarial abusiva y demandante, una sociedad exigente que ante cualquier abuso e ineptitud siempre levanta la voz mediante ONG´S, colectivos y medios de comunicación críticos.

El alcalde de San Luis Potosí es la autoridad local más observada y cuestionada. Debe resolver conflictos con comerciantes, atender las necesidades del empresariado, pero también ver por los sectores desprotegidos (al menos tendría que intentarlo).

En un mismo día un presidente municipal puede escuchar las exigencias de la IP por resolver el estancadísimo tema del Plan Centro de Población Estratégico, negociar con los locatarios de los mercados que exigen mejores condiciones de seguridad y recibir a vecinos de las zonas irregulares que demandan claridad en su situación. A la vez que será cuestionado por cada bache, obra inconclusa, corruptela, servicio deficiente y actitud indiferente.

¿Muy duro?, ¿injusto?, ¿demasiado exigente? Se llama ser servidor público, así funcionan las democracias y las autoridades municipales suelen ser las más vulnerables. En una ciudad como San Luis Potosí, donde los puntos ciegos se dejaron crecer desde hace décadas la situación es más crítica.

Por eso la ambigüedad de Xavier Nava, que hasta ahora le ha permitido ascender políticamente, podría ser su “talón de Aquiles”. Se acercan tiempos de definición política y el nieto del histórico luchador cívico tiene que ser contundente.  Si lo tuviera frente a mí, me gustaría hacerle de nuevo esa pregunta: ¿Qué quiere Xavier Nava?

Si su respuesta fuera: trabajar para ser un buen alcalde, dar resultados a los potosinos; le diría que tiene cosa de un año para demostrarlo con acciones más que grilla y que de conseguirlo puede que aún tenga futuro como servidor público. Pero si me respondiera que su objetivo es saltar al palacio de enfrente, le recomendaría echar un vistazo a lo que nos muestra la historia, antes de comenzar a escribir la crónica de un fracaso prácticamente anunciado.