La senadora Ruth González Silva no tuvo reparo en admitir lo que ya se sospechaba: buscará suceder a su esposo, Ricardo Gallardo Cardona, en la gubernatura de San Luis Potosí en 2027. Con cinismo político, justificó que en el Partido Verde “no está prohibido el nepotismo electoral”, a diferencia de Morena, dejando al descubierto la verdadera estrategia del gallardismo: convertir la gubernatura en herencia familiar.
Sus declaraciones no sorprenden, pero sí indignan. Mientras el estado enfrenta rezagos en seguridad, salud y desarrollo, la senadora presume estar “lista” para gobernar, no por méritos propios, sino por la maquinaria que su esposo ha construido en torno a su figura. La política, para los Gallardo, parece ser un negocio privado, donde el poder se recicla entre familiares y aliados cercanos.
Bajo el argumento de que “la gente decidirá”, González Silva pretende maquillar una práctica que debilita la democracia y normaliza la concentración del poder en un solo grupo. Lo que está en juego no es una candidatura más, sino el futuro de San Luis Potosí frente a un proyecto que amenaza con enquistarse en el poder mediante el relevo de esposos y cómplices.
El gallardismo no se conforma con gobernar, busca perpetuarse. Y Ruth González ya se colocó como la pieza clave en un juego que, lejos de representar la voluntad popular, exhibe el rostro más burdo del nepotismo político.

Ruth González: el rostro del nepotismo en San Luis Potosí
Autor:redacción