Bocanada de realidad pura

Corte de caja: Una columna de Luis Josué Martínez

Juan Ruiz de Alarcón tituló a su más célebre obra La verdad sospechosa (1634), en la cual el personaje principal es un mentiroso sistemático. Todas sus historias son falsas pero curiosamente hacen sentido en sus interlocutores.  Consigue hacer realidad más de un cometido a costa de tejer una red de mentiras, que para sus cercanos, suenan a “verdades”.

Mucho se ha escrito sobre el maremágnum informativo que, en esta época virtual, consumimos a través de las redes así como en los llamados “medios tradicionales”. Es un fenómeno que algunos han llamado “democratización de la información y del quehacer periodístico”; una vorágine noticiosa que aunque ha nutrido el debate público también genera caldos de cultivo para las noticias falsas (fake news), y la construcción de opiniones e ideas fundamentadas en información irreal o tergiversada (posverdad). 

Con un celular, tableta o laptop en mano, cualquiera puede reportar en tiempo real equis suceso. Las redes sociales se han saturado de “expertos” en infinidad de temas. Todos tienen una opinión, análisis o comentario; postulados que son leídos, cuestionados y debatidos por un considerable número de personas. 

En este clímax de conflictos políticos, manifestaciones en distintos países de América Latina, guerras y luchas ideológicas, cada persona tiene su propia verdad; muchas veces defendida a capa y espada, sin lugar a cuestionamientos; o por lo menos, al reconocimiento de que cada postura puede tener pros y contras. 

Cualquier hecho corre el riesgo de estar alimentado en parte de razón pero también de prejuicios. Cada enunciado que leemos en prensa y redes puede tener algo de razón, pero también cabe la posibilidad de que incluya un grado de falsedad. Hay casos en los que leemos hechos cien por ciento corroborados. De igual forma hay un sinfín de mentiras circulando como si fueran verdades absolutas.

Deberíamos caminar a un análisis más profundo: identificar la legitimidad de una noticia por la capacidad que tiene de confrontarse a sí misma con hechos y datos. Sin embargo, en muchísimos casos  el único tamiz por el cual pasamos la información es el de nuestros prejuicios y afinidades.

En política las “verdades absolutas” son peligrosas. El enunciado que da título al excelente texto de Ruiz de Alarcón podría ser exitosamente transformado en un consejo para nuestra época: la verdad –en política- siempre es sospechosa.

Por eso hoy quiero hacer una pausa al análisis político y al reporteo de los hechos noticiosos. No pretendo, en esta ocasión, escribir sobre el trasfondo de lo ocurrido en Culiacán y Sonora; tampoco quiero gastar tiempo para ahondar en el retraso con que se aprobará el Presupuesto 2020 o la polémica elección de la nueva presidenta de la CNDH. No profundizaré en las razones que causaron la destitución de Evo Morales ni su asilo en México. Y me ahorraré cualquier comentario sobre Xavier Nava, Juan Manuel Carreras y los diputados potosinos.

Esta vez le escribo, principalmente, a quienes como yo, no están cazados a muerte con una postura, político o ideología. A aquellos que –también como yo- a veces se sienten atrapados entre los socialistas a ultranza y los neoliberales ortodoxos; entre los que ven a Evo Morales como un héroe anti imperialista y los que quieren matarlo por comunista. Estoy seguro que no soy el único, pues aunque me gusta debatir y contrastar ideas, ya me cansé de creer que la verdad está en lo que me cuentan las redes. Sé que el mundo es más profundo  que Facebook. Necesito, de vez en cuando, una bocanada de realidad pura.

Por ejemplo: si decido creerle exclusivamente a quienes ven en el gobierno de la 4T una pulsión autoritaria que pretende concentrar poder para instaurar un nuevo régimen hegemónico (similar al PRI en el menos malo de los casos), o parecido a una dictadura personal de López Obrador (en el peor escenario), no cabe duda que viviré angustiado por lo amenazada que está nuestra democracia y comenzaré a gestar un desdén intransigente hacia cualquier expresión pro López Obrador. Prefiero escuchar, analizar y después, si sirve de algo, confrontar.

En contraste, si decido amar al presidente de México sin cuestionarlo, correré el riesgo de verlo desmesuradamente. Se convertirá en un político “iluminado”, víctima de un sistema al que intenta cambiar desde adentro, pero a quien los poderes fácticos tienen dominado. Será fácil aceptar su narrativa contra los “adversarios conservadores”, en lugar de detenerme a pensar si algunos de esos “adversarios” tienen puntos certeros que necesitan ser escuchados.

Si acepto la concepción de Evo Morales como víctima, destituido por un golpe de Estado orquestado desde Washington con la complicidad del ejército boliviano, no escucharé a quienes argumentan que el ex mandatario sudamericano había estirado mucho la liga al atentar contra las instituciones democráticas y que en varios sectores de su país existe un hartazgo legítimo por su creciente concentración de poder. Tampoco creo que quienes aprueban al cien por ciento su salida sean en automático imperialistas, pro yanquis y golpistas. Las realidades son más complejas que eso.

Si definiera mi identidad por lo que en el último año me han escrito en Facebook y Twitter, creería que soy un representante de eso que llaman “prensa fifí”, un “derechairo ardido” “un burro al que sólo le falta rebuznar” y un periodista con la “credibilidad de Andrea Legarreta”. Afortunadamente sé quién soy, conozco la raíz de mis opiniones. Puedo garantizar que siempre he buscado ser íntegro en palabras y acciones.  Reconozco también que cometo errores y no tengo siempre la razón. Entiendo que nadie tiene verdades absolutas.

Sí, como yo, usted quiere escapar un poco de eso, dejaré por aquí algunos consejos que, al menos a mí, me han servido:

1.- Sálgase un rato de las redes: Facebook, Twitter, Instagram, y todas las que guste agregar son excelentes herramientas de interacción virtual pero no pueden sustituir la realidad. 

Ni la más entrañable conversación en WhatsApp remplazará jamás un buen café con mis amigos de la Universidad, una charla mientras desayuno con mis papás; ni una tira de netas con mi esposa hasta las 2 de la mañana. 

Hace  tiempo cancelé mis cuentas de redes sociales durante dos semanas: en ese tiempo descubrí que a pesar de no estar “conectado” el mundo seguía ahí. Volví a interactuar con gente que hacía tiempo no veía. 

Me informé a través de “medios tradicionales”, recordé que aunque la red sí refleja la polarización de la sociedad, hay gente en las calles preocupada por otras cosas. 

Cuando te encuentras con un amigo después de años; cara a cara surgen las verdaderas prioridades: el abrazo, los recuerdos, las anécdotas y los buenos deseos. Cualquier diferencia política se coloca en su verdadero lugar.

2.- No se caliente, lea primero: ¿Por qué nos importa tanto tener la razón? ¿Por qué creemos que lo que yo pienso tienen que creerlo también los demás? Sé que es importante tener convicciones, pero hasta las más profundas diferencias deben nutrirse de perspectiva.

En más de una ocasión, mis discusiones en las redes han sido producto de reaccionar antes que pensar detenidamente lo que leí, y más aún, lo que escribí como respuesta. Luego de un tiempo me doy cuenta que hablaron mis vísceras más que mi intelecto.

Cuando más “intelectual” y “profundo” me sentí al verter una opinión, terminé viéndome realmente como un presumido, intolerante y sangrón. Ahora procuro primero leer, reflexionar, y si tengo algo que decir, lo externo únicamente cuando estoy convencido que contribuirá a algo más que un intercambio cibernético de bilis.

3.- No cambiaremos al mundo desde Twitter: Hasta ahora no he sabido de una gran transformación social que haya sido producto de nuestros sesudos análisis y acaloradas discusiones en la red. Está bien que utilicemos estas herramientas para descargar cierta frustración, pero si dichas inquietudes no se transforman en acciones, se convertirán en algo inútil. Nos transformaremos en esos personajes anónimos que desde la comodidad de su teclado critican todo y hacen nada.

4.- Busque otras noticias: Como periodista defiendo el derecho y obligación de cada ciudadano a informarse de todos los sucesos que afectan nuestro planeta y entorno. Pero tengamos en cuenta que no todo es política, economía y relaciones internacionales. Hay  un mundo que camina y seguirá haciéndolo más allá de AMLO, Evo Morales, Putin, Merkel, Trump y hasta de Marcelo Ebrard.

Conocer algunos de los pequeños (en apariencia) pero enormes (en sustancia) esfuerzos y logros de ciudadanos que sacan adelante nuestras naciones sin necesidad de “hacer política” y lejos de las confrontaciones ideológicas, ha sido para mí, esa bocanada de realidad que me permite conservar esperanza y algo de tranquilidad.

¿Sabía, por ejemplo, que siete jovencitos del Colegio Cervantes de Torreón ganaron el 26 de octubre una medalla de oro en el Mundial de Robótica celebrado en Dubái? ¿Se enteró que la revista Forbes incluyó en su lista de las 100 mujeres más poderosas de México a Adhara, una niña de 8 años, originaria de Tláhuac, con un coeficiente intelectual superior al de Albert Einstein y Stephen Hawking? Cursa simultáneamente las carreras de Ingeniería Industrial en Matemáticas e Ingeniería en Sistemas. Está cerca de estudiar Astrofísica en la Universidad de Arizona.

Así como conocemos los nombres de Olga Sánchez Cordero, Alfonso Durazo y Ricardo Montreal, ¿sabemos quién es Isaac Hernández? Bailarín principal del Ballet Nacional de Inglaterra y el único mexicano que ha recibido el Premio Benois de la Dance, considerado el Oscar de la danza, será además uno de los protagonistas de la nueva serie de Netflix, Alguien tiene que morir.

¿Con la intensidad que defendemos nuestros “otros datos” celebramos los logros de Daniela Velasco? Medallista en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. Recientemente Nike la escogió para ser el rostro de una campaña que tiene como objetivo el empoderamiento de las mujeres.

¿Ha escuchado de Dorothy Ruiz, la potosina que estudio Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Texas y hoy es operadora de vuelo para la Estación Espacial Internacional de la Nasa? ¿O de los 40 científicas de la UNAM y el ININ que forman parte del grupo interdisciplinario de 430 expertos provenientes de 13 países, que encabezan un ambicioso proyecto para descifrar “la materia oscura”?

La próxima semana volveremos con López Obrador, su 4T, Sicilia, leyes, la seguridad y otros temas de trascendente superficialidad. Pero por ahora intente respirar un poco. Hágalo, si gusta, aunque sea una vez por semana: conozca este tipo de historias, sálgase un rato de Face, Tuit e Insta

Recuerde que la realidad es más rica y compleja que las posturas por las cuales mucha gente deja de hablarse –y en casos extremos- hasta se matan. No olvide que el mundo –con nuestro México incluido- es mucho más grande que aquellos que dicen ser sus dueños.