El poder no es un chiste, Sr. Presidente

El poder no es un chiste, Sr. Presidente… ni un capricho. ¿Capta?

¿Por qué lo digo?, será porqué nos estamos acostumbrando a otro tipo de violencia de estado: la violencia que genera la verborrea diaria de un presidente que busca justificar sus acciones mediáticas en pos ya no, de las necesidades del pueblo, sino de su propia popularidad. Nos estamos acostumbrando a que, de ser la gobernanza un asunto de intentonas fallidas y retorcidas durante los periplos del priismo y panismo, ahora, la esperanza -del que pomposamente denomina desde palacio nacional- como la cuarta transformación, quede solo en un chiste. Un asunto que pasa un día sí y otro también, de ser un circo de una sola pista donde el orador principal se convierte en presentador de sueños guajiros, ilusionista de esperanzas, domador de fieras imaginarias, trapecista de realidades, y quizá, el mayor espectáculo, el payaso que todos quieren, pero al cual ya nomás, no se le encuentra ya el chiste.

Y es eso. Que el poder no es un chiste, Sr, Presidente. Desde hace 20 años, que inició su campaña rumbo a la presidencia, decidió meterse en la boca del león y desde ahí, se mostró valiente y arrojado contra cualquier fiera que se le pusiera enfrente. Pero así no funcionaba la cosa. No se podía tener la cabeza siempre adentro y llenarse de las babas de la jauría, mi querido presidente. Le quedó grande la manada. Y confundió la labor presidencial con el circo y la maroma de los viejos regímenes. La pista era muy grande, y ahí, como que se le embrolló el asunto.

Hemos vivido espectáculo tras espectáculo en lo que se ha convertido la política nacional. Y vaya que este gobierno de “izquierda”, ha superado con mucho a sus antecesores, enmarañando la necesidad de cambio, con un asunto de chile dulce y de manteca. ¿Por qué le digo esto? Porque, mi estimado Señor Presidente, no se trata de dar despensas, becas y dadivas a los ciudadanos menos desfavorecidos al por mayor. No se trata de congraciarse con los cuates, los amiguitos del barrio, los que antes te caían mal y era la mafia a la que nadie debía acercarse; ese otro territorio de mañosos que estaban fuera de toda lógica con los deseos de cambio de un pueblo urgido, más que de una sana distancia de los poderosos, de un equilibrio de distribución en las oportunidades y logros en pro de los ciudadanos. Juntó en su circo mediático a esos cuates que nadie quiere en la escuela.

Les dio aire a los aduladores, a los que no tienen nada que cuestionarle porque cada quincena, desde las oficinas de comunicación que regentean sus colaboradores, el buen uso del chayote, máxima expresión de los tiempos del régimen de la dictadura perfecta enunciada por el escritor Vargas Llosa, circula a diestra y siniestra para que le aplaudan, le exageren la nota, le hagan ver como el empoderado del circo que siempre soñó ser. Y eso no lo sabíamos. No sabíamos de sus valiosas habilidades circenses. Bueno, no nos hagamos, si las veíamos, pero teníamos esperanza de que fuera diferente. Grandiosamente diferente. Pero, pos no.

Por gusto y capricho, quiere desterrar todo, cambiar todo, movilizar todo, pero sin oír las voces de su pueblo. Ni siquiera las del sector que dice favorecer: los más vulnerables en situación económica. Como aquella paloma que, en curioso video de campaña, le mostraba tratando de atraparla. Así el pueblo pobre que usted denomina, ese que asegura usted, no es secuestrable. Ese que se queda calladito, calladita a la espera de su maicito, de su bequita, de su chayotito repartido rigurosamente por su aparato oficialista de estado, Los Servidores de la Nación, la Antorcha Campesina de la 4t.

Los que se atreven a cuestionarle, se les endilga TODO EL PODER DEL APARATO DE ESTADO. Ejemplos: que no se hable mal de Sanjuana Martínez y su ataque frontal contra los periodistas de Notimex, de la cual es directora; de Bartlett, director omnímodo de la CFE y sus casas. Que no se hable mal de la mamá ni del hijo capturado y des capturado (por órdenes suyas), del Chapo Guzmán. Que no se hable mal de Nalhe y su burda negociación en la OPEP. De Mireles y su misoginia y pedofilia que se cura con “un curso” según sus autoridades. Que no se hable mal de Marcelo Ebrard, que acota la representatividad a la secretaria de gobernación, Sánchez Cordero, y que tampoco se hable de esta última avalando la grosera reelección del gober Javier Bonilla para la intentona de ampliación de periodo de gobierno. Que no se hable nadita mal de su amigo del alma, cómplice de batallas desde sus tiempos de la jefatura de gobierno de la CDMX, el buen ciudadano Ricardo Salinas Pliego, poderoso y caprichoso (en esto último, en concordancia total con usted), empresario dueño de medio gobierno de la 4t.

Llegó con todo señor Presidente y poco a poco, se va yendo sin nada. Solo sus boots y sus trolls pagados con el erario público, se desgranan en adulaciones y ataques por igual, a quienes, según usted y sus servidores públicos, no le son afines. Intentar desaparecer al antojo, a las instituciones gubernamentales, ningunear a los gobernadores, despreciar a las organizaciones no gubernamentales, a los creadores, a los científicos, a todo cuanto usted no comprenda ni le entre en gracia a su persona, deja de ser verdaderamente gracioso. Y se vuelve muy triste. Y deje de eso: se vuelve muy peligroso.

Pero no peligroso para usted, sino para los ciudadanos que pocas o nulas energías les quedan para reírse: la pandemia (que usted niega), la evidente recesión (que usted niega), las voces por la tolerancia (que usted niega) la violencia contra las mujeres (que usted niega), haciéndonos llegar a la conclusión de que, Señor Presidente, el Poder no es un chiste… y de verdad, ni un capricho.

Hombre de palabra, esperemos que cumpla lo ofrecido sobre recapitular precise su permanencia a la mitad del sexenio. Pero sin circo. Sin hacer campaña con recursos del estado. Sin estar de gira electorera que nunca para. Sin usar las oficinas de gobierno para orquestarse complots ni supuestos golpes de estado, estigmatizando con ello y poniendo en peligro, a ciudadanos que aportan desde la necesaria trinchera de oposición u opinión, su grano de arena a la democracia. Y no es un chiste, Señor Presidente.

Y por favor, no copie rutinas anquilosadas como las de los sexenios más populistas de sus antecesores, esos, con los que inició su fulgurante carrera política, sus mentores y maestros, Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y José López Portillo (1976-1982). El circo de ellos nos dejó en la ruina económica y social que nomás no termina. Ahí nació el mal endémico que dice usted combatir: la corrupción. Pero como van las cosas, usted puede terminar siendo el presidente con el sexenio más corrupto de la historia. Se lo digo, si sigue tratando de copiar rutinas con sabor añejo, pero que usted a revivido con amargo sabor a chiste viejo.

Y lo problemas de casa, déjelos ahí, discútalos en familia. Enseñe y predique lo que está difícil para usted en la praxis pero que en el discurso le sale tan bonito: el poder de la tolerancia, del respeto y no lleve las sugerencias ni el autoritarismo casero al centro del poder. No quiera deshacer el país ni sus instituciones desde la mesa de cena de su familia. Y ojo: no diga que no conoce al CONAPRED, no sea usted ingrato; si usted nombró a quien, en uso pleno de sus más radicales intolerancias, así como la puso, bajo berrinche de la consorte, de tajo, así la sacó.

El poder no es un chiste. Y jugar al chistosito con el uso del gobierno, es meternos en un hábito de violencia que se ha ido normalizando de su parte. Y otra cosa: le confirmo, que su sentido del humor, es muy, muy malo. Malísimo, más bien. Bájese de la pista, déjenos respirar de su circo. Déjenos con la idea de que la BOA es una bonita canción para el sabroso tíbiri- tábara y no un alucine más de sus políticas de comunicación goebellianas. El poder es para la sana gobernanza, para el diálogo y la creación entre todos. No para lavadero de ropa sucia, muy sucia y harto cochinona.

Sus chistes, señor presidente, ya no dan gracia. Ya cansan. y francamente, a muchos, nos tienen hasta la verga.  Y para eso, para su circo de una sola pista, nomás, no votamos por usted. ¿Capta?