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San Luis Potosí

Hágase tu voluntad

La Teoría del Meme, una columna de Chucho Ramírez

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Pollo nuestro, que estás en Palacio;
embelesado sea tu nombre;
venga nosotros tu reino,
hágase señor TU VOLUNTAD,
así en la huasteca, como en el centro.

Danos hoy nuestra tortilla de cada día,
ofende a quien castiga,
como nosotros también castigamos a quienes te ofenden;
no dejes de caer en la tentación
y libranos del penal.
Amén.

“Ligero hasta la frivolidad, versátil hasta el capricho, incapaz de encadenamiento en las ideas como en conducta, a la vez irresoluto y obstinado, pronto a las aficiones pasajeras, sin apegarse a nada ni a nadie, enamorado sobre todo del cambio y del aparato, con grande horror a toda clase de molestias, inclinado a refugiarse en las pequeñeces para sustraerse a las obligaciones serias, comprometiendo su palabra y faltando a ella en igual inconsistencia, no teniendo en fin la experiencia y el gusto a los asuntos graves y sólo inclinándose ante las cosas agradables de la vida. El príncipe encargado de reconstruir a México era, bajo todos los puntos de vista, diametralmente opuesto al que hubiera necesitado el país y la circunstancias”.

Así describe Alejandro Rosas a Maximiliano de Habsburgo, primer y único emperador de México, quien llegó a ese estatus tras emberincharse con su familia, que horas antes le había negado la corona en su natal Austria.

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Las pataletas y privaciones de la razón no son nuevas en la política mexicana: desde Vicente Fox con su famoso «Hoy»; Andrés Manuel López Obrador y su «Presidencia Legítima en 2006»; Fernando Toranzo con los tamaulipecos en la Fenapo; Xavier Azuara con su eterna candidatura en el PAN; el difunto Pedro Carrizales, «el mijis», quien no alzó la mano ni abrió la boca cuando tomó protesta como diputado. Es más, hasta el mismo Fernando Chávez, que por hacer rabieta, se quedó sin chamba.

Todos esos y muchos más, berrinches y desplantes que quienes ostentan (algo de) poder, se sienten legitimados a tener, nomás porque si.

Sin embargo, hay alguien en la historia actual —que de calle—, empaña hasta al mismo Maximiliano I, y miren que este SÍ era de la realeza. Claro, hablamos de Ricardo Gallardo Cardona.

El pollo, como de cariño le decimos, es un claro ejemplo del síndrome del niño emperador, ese que todo quiere y lo quiere ya, sin importarle gritar, rabiar o hacer «escenitas», el gober está enajenado con sus juguetes nuevos: el Gobierno del Estado y el Congreso del Estado, con los cuales hace y deshace a su voluntad.

El niño emperador con corona de cartón, además es rencoroso, su capacidad de analizar y discernir, de razonar y dialogar es mínima, y como preadolescente, se enoja y le guarda rencor a cualquiera que le «llama la atención» o le agarra sus juguetes.

Lo peor de todo, es que se lo permiten, quienes deberían de disciplinar al pueril gobernante no lo hacen, porque «ay, no se vaya a enojar», o porque como el señorito tiene la llave de la caja de los juguetes escondida, pues entonces hay que decirle que si a todo, para que se los preste un ratito y «jugar todos».

La «Arena Potosí», los adornos de los puentes, las fiestas, conciertos, charreadas, los presupuestos inflados y obras opacas, el dispendio de recursos, la falta de transparencia en el gasto, los adeudos a pensiones, maestros, a la Universidad y las cientos de cosas más que podríamos enumerar, el chantaje a las alcaldías y la falta de acción ante la incompetencia de algunos de su gabinete (sí, Leonel; sí Elizabeth), son solo algunas muestras de lo que el pequeño emperador de San Luis Potosí causa con sus berrinches.

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