Por: Lenin Campos Córdova
Opinión.- La contrarreforma educativa se aprobó en la Cámara de Diputados, porque nunca hubo diferencias de fondo, todos los partidos coincidieron en su aprobación, excepto uno orientado a un modelo educativo más rígido, que, sin embargo, nunca se cristalizó como una propuesta más clara y más convincente, pues, así es de aplastante la influencia del modelo económico neoliberal sobre el modelo educativo, que deja a la educación básica en manos de las televisoras y los aparatos ideológicos del Estado, en virtud de que esa es la educación que necesita el sistema capitalista que impera actualmente en nuestro país, un sistema dependiente, aliado y complementario de las transnacionales, principalmente norteamericanas.
Si hubo o no, acuerdos extralegales, acuerdos no escritos, lo ignoramos, pero lo cierto es que, en lo sucesivo, a resultas del voto de todos los partidos, el mío incluido, no habrá más evaluaciones sancionatorias y los maestros que fueron retirados del aula o despedidos a consecuencia de alguna evaluación, se les reinstalará en sus respectivos puestos en las condiciones en que estaban antes de ser despedidos o sancionados, sin perjuicio de que exijan los respectivos salarios caídos; todo lo demás, de la anterior reforma educativa, salvo el cambio de unas palabras por otras, permanece tal cual; la mejora profesional y las evaluaciones permanentes continúan, pero sin castigos a los maestros por su desempeño y sin el órgano autónomo constitucional encargado de la misma, la evaluación ahora estará a cargo de un órgano dependiente de la Secretaría de Educación, integrado por maestros y padres de familia, pero sin facultades para retirar a los profesores de su trabajo frente a grupo, la nómina seguirá a cargo de la federación, cuando debería estar administrada por los estados, y se supone que la libertad sindical y de asociación de los maestros quedan, hasta este momento, sin modificación alguna, regresan la carrera magisterial y los cursos de preparación y mejoramiento continuo de los docentes.
Lo anterior, sería encomiable si no fuera porque al reservarse la federación el pago de la nómina, se subraya la idea de control y centralización de los recursos para aclientelar a los mentores cuya conciencia crítica, desde el primer momento del debate educativo, ha sido presa de los afanes hegemónicos del “obradorismo” y sus seguidores, pues antes y ahora, a pesar de lo absurdo e irracional de sus métodos, siempre se ha pretendido avasallar y corporativizar no solo la conciencia sino también el espíritu crítico, dedicado, abnegado y sistemático de los maestros, que sí trabajan día con día por la niñez y juventud mexicanas.
A estas pretensiones corresponden la falta de un modelo educativo realmente nacionalista y revolucionario, que se proponga elevar la mirada de las nuevas generaciones para hacer de nuestra economía, una de las mejores del mundo, haciéndose cada vez más palpable tal carencia en tanto que el nuevo gobierno muestra indefinición ideológica y ausencia total de rumbo, en relación a lo que se quiere hacer con nuestro país.
Ante el riesgo inminente de lo que parece ser una política descaradamente electorera y clientelar, que solo busca el poder por el poder mismo, no queda sino reconocer que, si bien se trata de un logro que equilibra la balanza en favor de los mentores, ahora lo que los verdaderos maestros deben proponerse es interiorizar para sí, con mucha mayor responsabilidad que antes, que la educación de los niños y los jóvenes es una tarea seria y trascendente que reclama todo de ellos, que los maestros, tienen derecho a luchar y exigir la atención de la autoridad en todo lo que exige su desempeño, en cambio, el pueblo y sus hijos reclaman de aquellos, su completa dedicación para que de manera personal y por convicción propia, procuren superarse y actualizarse para desempeñarse con calidad en el aula, aun careciendo de un modelo educativo que fuese el motor e incentivo de su actividad, partiendo de la idea de que lo que determinó su revaloración social no fue ningún partido, fue el pueblo trabajador que con sus manos produce la riqueza social, quien con sus impuestos paga, -no el gobierno, no el partido, ni diputado alguno, pues ellos no producen directamente la riqueza, ni ponen nada de su bolsa- , a los maestros, directores y funcionarios educativos. Fueron los trabajadores, campesinos, colonos, indígenas, madres y padres de familia quienes, con sus requerimientos diarios de más maestros, espacios educativos y presupuesto para la educación de sus hijos, revaloraron la importancia y necesidad de los maestros, pues los ricos educan a sus hijos con su dinero y no les importa la educación de las masas populares más que como fuerza de trabajo adiestrada y dispuesta para el proceso productivo.
En consecuencia cada maestro debe hacerse responsable de su labor educativa e ideológica, buscando no perderse en cuanto a los fines de su enseñanza y atendiendo en todo momento la educación de los niños y los jóvenes en un espíritu de solidaridad con los que menos tienen, sin perder de vista el interés de todos los mexicanos, y de los más pobres en particular, por construir una patria más libre, más democrática, más participativa y sobretodo más equitativa con todos sus hijos, y por lo tanto, como mexicanos estar más preparados para enfrentar un mundo desigual que reproduce ignorancia y pobreza, mientras, la riqueza se acumula a nivel global y de nuestro país, cada vez más en más pocas manos.
Sin desorbitarse, ni atribuirse exageradamente logro alguno, los maestros y maestras de México deben entender que su verdadero y único éxito histórico, está del lado del pueblo trabajador y que si en alguna medida necesitó del favor del poder, ello se debió a la falta de una conciencia política radicalmente orientada del lado de los que nada tienen, pues en ello estriba su verdadera importancia y su fuerza política real; por lo tanto, el único éxito posible y verdadero de los maestros no está en convertirse en aliados de quienes explotan al pueblo, sino en la fuerza ideológica que propicie la liberación de los pobres y marginados de México, y a este fin, con modestia y perseverancia revolucionaria, deben los maestros encaminar sus esfuerzos. ¡Que así sea!