Uno de los efectos a largo plazo de la pandemia es la exacerbación del flujo migratorio de Latinoamérica hacia Estados Unidos. Muchos países del hemisferio aún no han logrado recuperarse, y con la expansión de las bandas criminales que operan de manera trasnacional, cada vez más gente decide buscar un mejor futuro en la tierra del Tío Sam.
El problema es que, para llegar ahí, hay que pasar por México, que funciona como un filtro o cuello de botella. Se calcula que en el 2023, al menos medio millón de personas intentaron cruzar la frontera. Algunos lo lograron, pero la mayoría se estacionaron en México como parte del acuerdo que se tiene con Estados Unidos.
Recordemos que esta medida viene de la administración Trump, en la que se obligó a México a fungir como centro de detención migratorio y a desplegar la Guardia Nacional como Patrulla Fronteriza en el territorio mexicano, bajo la amenaza trumpista de incrementar arbitrariamente los aranceles a los productos mexicanos. O sea, de alguna manera logró construir de manera invisible el muro que tanto prometió.
Y por si fuera poco, años después, sigue capitalizando políticamente la crisis al impulsar la idea de que quien no puede defender la frontera de Estados Unidos, no merece estar en la Casa Blanca, o sea le está cayendo como anillo al dedo las caravanas migrantes para sus aspiraciones presidenciales; mientras que al presidente Biden no le ha quedado otra más que endurecer las políticas de solicitud de asilo, so pena de que los ciudadanos estadounidenses le cobren la factura en las elecciones de noviembre próximo.
Evidentemente este jaloneo ha traído problemas en las ciudades fronterizas del norte de México en donde se encuentra estacionada la mayoría de los migrantes; una de ellas es Piedras Negras, que por ser frontera con Texas, se ha creado una laguna legal por las medidas que está implementando el gobernador texano Greg Abbott, que de acuerdo a los especialistas en derecho constitucional estadounidense, se está extralimitando al ejecutar funciones que le corresponden al gobierno federal de su país.
Entre si son peras o son manzanas, por sus pistolas cerró por varios días el puente internacional que conecta Eagle Pass con Piedras Negras, como si este fuera el único punto a través del cual los migrantes pudieran cruzar, lo que se asume como una medida con tintes políticos, porque definitivamente eso no resuelve el problema migratorio, pero sí afecta la economía de ambas ciudades fronterizas.
Si hay que atravesar a pie el tapón del Darién o subirse a La Bestia, la persona no migra por gusto. Hoy toca voltear a ver las caravanas migrantes que son solo la punta de iceberg de los estragos que está viviendo el mundo. Triste realidad.
Israel Navarro es Estratega Político del Instituto de Artes y Oficios en Comunicación Estratégica. Twitter @navarroisrael