Opinión. Por Lenin Campos Córdova
Solo un loco sacrifica el presente al porvenir, el sabio elige finalidades que enriquezcan de significado sus actividades presentes y futuras: J. Dewey
El pasado martes 19 de abril, el presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador a través de un “memorándum”, ordenó ignorar o dejar sin efecto la anterior Reforma Educativa, la cual originó muchas críticas correctas en su contra, porque el titular del ejecutivo, en una república democrática, no puede llamar a desconocer la Constitución vigente, a menos que se quiera regresar al “obedézcase, pero no se cumpla”, de los gobiernos monárquicos de la Edad Media.
Pero lo que más llama la atención en todo esto, es su incapacidad para evitar enredarse en contradicciones e incongruencias que salva, al final, con alguna “consulta ciudadana” a modo, o a través de descalificaciones y campañas de desprestigio sin ninguna prueba ni fundamento, más que prejuicios y mala fe, contra grupos, autoridades, personas y derechos ciudadanos, aunque sean pacíficamente ejercidos, que tampoco son ya una novedad. Así fue como empezó, causándole daño a la economía con “ocurrencias”, “descalificaciones” a las calificadoras de prestigio, “aboliciones” y “cancelación de obras” como la del aeropuerto, autoadjudicaciones (léase: violación flagrante de la Ley Federal de Obra pública), y ya, ahora, tenemos una economía con tendencia a la baja cuyo pronóstico en crecimiento no rebasa el 1.5 % para este año, ¿esto es lo que queríamos los mexicanos?
Respecto al tema educativo, estoy de acuerdo con los pedagogos que afirman, que los medios no son sino los fines fragmentados, cuyo seguimiento y suma da como resultado los objetivos originalmente propuestos, es decir, los medios son las partes fraccionarias que llevan al fin. En este sentido, llama la atención la multiplicidad de comentaristas que señalan las similitudes de la Reforma de Peña Nieto y la contrarreforma de AMLO, como son: las becas para evitar la deserción escolar, contenidos diferenciados por región, la educación cultural y los derechos culturales, la libertad de los sindicatos y las corrientes en él existentes, el consenso de padres de familia, maestros y comunidades, la educación de calidad ahora llamada de equidad, excelencia e integralidad, en la evaluación y mejora permanente del magisterio y hasta en la necesidad de un órgano evaluatorio, con la única diferencia de que ninguna evaluación tendría carácter punitivo. Así como tampoco, existiría un órgano autónomo constitucional (INEE) que calificara el desempeño de autoridades y maestros, en lugar de éste actuarían ciertos consejos de evaluación, compuestos por los profesores, padres de familia y autoridades educativas, que ya en otras etapas de la historia educativa han funcionado, con los resultados de sobra conocidos en las evaluaciones nacionales e internacionales.
Hemos sostenido que el modelo educativo de la clase económicamente dominante en nuestro país, está unido a los intereses de las trasnacionales y de la burguesía mexicana, el cual puede llamarse modelo educativo neoliberal y lo definimos como “un dejar hacer y dejar pasar” en lo que se refiere a la educación básica, es decir, la educación destinada a lo mejor que tiene un país, que son sus niños y adolescentes, quienes son la verdadera riqueza que podemos heredarle a los que vengan después de nosotros, a ellos los educa la ideología y el modo de pensar de la clase dominante que se muestra y transcurre a través de la televisión, las modas, el internet, los vicios, las falsas creencias figurativas, los pensamientos y actitudes hedonistas que cada vez se trasfunden con mayor intensidad y cobertura, conforme avanzan las tecnologías de la información, entre los pequeños, adolescentes y jóvenes.
En consecuencia, el sistema económico capitalista y neoliberal, apoyado por las trasnacionales, no necesita educar a las futuras generaciones ni a las presentes sino solo dejar que fluya la enajenación ideológica imperante, pues es el mejor medio para obtener la mano de obra que necesita para la reproducción del sistema que comento. La innovación científica y tecnológica y la formación de técnicos que las aplican tampoco le interesan, dado que los importa también del extranjero o vienen en paquete con empresas trasnacionales.
Ante esta realidad, que determina el modo de ser, de sentir y de pensar de nuestros niños y jóvenes, ¿cuál es la diferencia entre una reforma y otra? Si buscamos una respuesta a esta cuestión, concluiremos que no hay ninguna, pues a las clases dominantes, que son las que mandan en este país, les da lo mismo una de ellas por separado o las dos juntas, pues al final se trata de dejar todo en manos de los aparatos ideológicos del estado y sus anexos existentes en la realidad social, estrangulando toda capacidad crítica e intelectiva de los alumnos, por ello, el verdadero pleito entre una propuesta y otra, no es con relación a modelos educativos diferentes sino solo con base en si el Gobierno Federal controla la nómina o no, o si se evalúa o no a los maestros por un órgano autónomo y si dicha evaluación retira o no a los maestros del servicio docente. Y en este aspecto es claro que el actual Gobierno Federal ya ha concedido y seguirá concediendo a los maestros lo que reclamen, sea de forma legal, o más allá de ello.
Llegados a este punto, considero que si hay quienes trabajan en favor de los niños y jóvenes, esos son los padres de familia y los maestros con verdadera vocación pedagógica, es decir, trabajadores, abnegados y estudiosos, por tanto, estoy de acuerdo en que se le dé a los mentores toda la dignidad, el salario y las prestaciones que reclaman, incluso por encima de la ley, pero sin perder de vista la idea precisa de un modelo educativo que no sacrifique el futuro por el presente, ni se pierda en ideas un tanto “plásticas”, pero al mismo tiempo inconsistentes como la de “aprender jugando”, “aprender investigando”, o “aprender haciendo”, “aprender sin esfuerzo” o “aprender sin maestros”, sino plantear claramente un modelo educativo que responda a la idea de un México de vanguardia, en el aspecto científico, tecnológico, productivo, deportivo, dedicado a la investigación científica, a la cultura y al estudio de la historia, que es la madre de todas las ciencias, a un modelo educativo profundamente revolucionario y nacionalista que saque del atraso nuestra economía, y tienda a la repartición justa y equitativa de la riqueza, que los mexicanos producen con sus manos, sudor y sangre.
Pero lamentablemente éste no es el tema a discusión, la verdadera polémica es si se exige disciplina, estudio y trabajo a quienes enfrentan la tarea pedagógica o nos conformamos con el atraso, la ignorancia, la improvisación, es decir, una pobre educación, presencial o a distancia, llámense universidades regionales o de carácter étnico para los pobres, que es lo que siempre hemos tenido, pues los ricos educan a sus hijos con su dinero, aquí o en otros países. En consecuencia, el alto costo que ahora pagaremos con la contrarreforma educativa del actual presidente, que se calcula en más de 300 mil mdp, lo habremos de pagar los pobres al doble, pues se derrochará el dinero de nuestros impuestos sin que exista un modelo educativo que sirva de finalidad en el quehacer pedagógico, como lo decíamos al principio, pero al carecer de él, los medios que nos llevarán hacia ese objetivo quedarán extraviados. Por lo tanto, pagaremos también el costo de nuestro atraso, ignorancia y subdesarrollo, igual o peor que antes. Y si no, al tiempo.