Sembrando vida, muerte y desperdicio

Ecorocko, una columna de Eduardo Veyán

Al menos en su concepto y principio, sin duda el programa federal de la Secretaria de Agricultura, Sembrando Vida, parece ser de lo rescatable y digno de reconocimiento de la actual administración.

Aunque con sus respectivas proporciones y diferencias, en los países industrializados y desarrollados se han aplicado permanentemente subsidios al campo que han permitido su prosperidad y desarrollo exitoso con tecnología, ciencia y orden. Los tan necesarios y urgentes subsidios estatales para el campo ahora parecen lentamente asomarse por la ventana que hubo permanecido cerrada con cortina de acero por décadas de limitaciones, complicaciones y enorme entorpecimiento burocrático.

Lamentablemente deja mucho que desear en su implementación, ya que nuevamente el consuetudinario menosprecio por la opinión y recomendaciones de los expertos en la materia, en este ingenieros agrónomos, ingenieros forestales y biólogos experimentados, junto con la también habitual nepótica designación de buena parte de los ejecutores sin el perfil y entrenamiento correcto, enmugrece un programa potencialmente muy bueno y prometedor.

Mientras las dependencias federales con las que debería involucrarse estrechamente, la Semarnat y la Profepa siguen sin figurar y teniendo prohibido, -desde su alto mando-, el ejercicio de su atribuciones y facultades como actores esenciales y estratégicos de gobierno, continuará el efecto dominó en el deterioro ambiental y rezago agrícola. Parece seguir sin entenderse que el divorcio entre la Sedarh y la Semarnat es una muestra clara de que no existe una visión de estado moderno y verdaderamente progresista, no se entiende desde el poder ejecutivo como ha cambiado el mundo y como nos estamos quedando sin país y sin sus ya muy mermadas riquezas.

Tan cierto es que urge reforestar masivamente como cierto es que las consecuencias de hacerlo mal y sin conocimiento serán mucho  peores. Reforestar no es simplemente esparcir semillas por doquier o sembrar cualquier arbolito así como así donde caiga solamente por tener potencial productivo maderable.

No reforestar con especies nativas de las que se conozca su origen con certeza, libres de plagas y enfermedades, provenientes de viveros con condiciones bien controladas, cuesta mucho dinero, tiempo y esfuerzo y salud ambiental. Muchos sembradores y beneficiarios conscientes del grave error, con temor de que se les retire el recurso, han señalado oportunamente ya en varios estados de la república que bajo amenaza de retiro del subsidio, se les instruye a sembrar especies que no pertenecen al ecosistema local y que deben encargarse de que sobrevivan a como dé lugar independientemente de que se haya comunicado que no se tiene agua para regar o de que representen una amenaza grave para las especies nativas por su alto grado de invasividad y competencia con la flora nativa.

Igualmente se les induce todavía a quemar el monte al mas puro y equivocado estilo de las prácticas primitivas ochenteras que degradan y empobrecen el suelo viviente severamente. En el árido altiplano potosino se sabe que se han estado repartiendo pinos y nogales entre otras especies exóticas ajenas a su área natural de distribución, sabiendo que cada vez hay menos agua y que tales especies son de climas fríos y muy demandantes de riego.

En esos casos los árboles morirán sin remedio, ya sea por falta de riego o por no adaptarse a un ecosistema y suelo al que no pertenecen desperdiciando así valiosísimos recursos del presupuesto público como también agua, tiempo y esfuerzo de mucha gente. Por el bien de la salud del campo convendría enmendar sin miramientos el error, error que no es mediáticamente tan capitalizable como puede serlo un escándalo político o farandulero de medio pelo que en tiempos electorales puede cotizarse muy bien como distractor en la bolsa de valores de la clase política ecocida e ignorante que hemos elegido para servirnos.