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Periodismo moronga

Monosatírico, una columna de Alex Valencia

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Este texto fue publicado originalmente en mayo de 2018 en relación a un terrible caso del manejo periodístico de un intento de feminicidio. Iba a escribir algo nuevo, pero me dio una profunda tristeza que así como se escribió este, se mantiene vigente.

El horrorosísimo crimen de la horrorosísima publicación

La moronga es la prueba absoluta que en el cochino todo es negocio y en el negocio todo es cochino. El embutido realizado con sangre coagulada es una exquisitez de la cocina mundial, lo cual indica un gusto global por el líquido hemático y por tanto una oportunidad de explotación incluso más allá del ámbito gastronómico; la sangre vende y eso se sabe también en el periodismo, tan es así que a estas alturas del siglo XXI sigue siendo utilizada a mansalva.

En esta semana la sociedad potosina se estremeció con la nota del ataque y violación a bordo de un camión de transporte de personal de una joven que se dirigía a su trabajo. La narración de cómo pudo llegar a pedir auxilio en las condiciones de brutal saña con la cual fue ultrajada son pesadillescas y movieron de inmediato a una exigencia a las autoridades para actuar con celeridad en el caso y brindar condiciones de seguridad para toda la ciudadanía. La mayor parte de los medios de comunicación se limitaron a mostrar una imagen que resume el horror y es suficiente: el pasillo del camión totalmente manchado de sangre. No era necesario ver más.

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Sin embargo, algunas publicaciones electrónicas publicaron una imagen sin censura de la víctima y las impresionantes heridas recibidas, con lo cual se infringieron derechos y leyes, pero les redituó de manera rebosante en vistas y números de compartición de la nota.

Después, arrojaron sus despojos al fuego para consumirlos y aventaron sus cenizas.
En la nota roja, la tragedia se vuelve espectáculo, el espectáculo adquiere características sermoneras, se extravía el regaño moral en la fascinación por la trama…” escribe Carlos Mosiváis en su célebre ensayo Los mil y un velorios: Crónica de la nota roja en México, en el cual hace un recuento de las publicaciones periodísticas sobre hechos de sangre desde el virreinato hasta nuestros días.

El gusto por la sangre ajena, el morbo, pues, tiene una data muy antigua. En publicaciones se tiene conocimiento de las immagini infamante aparecidas en la Toscana italiana en el siglo XIII, estas eran usadas para indicar que una persona había perdido su dignidad y buen nombre al haber cometido un delito; se le encargaba a un dibujante elaborar un retrato grotesco de la persona en cuestión para mostrarlo públicamente y así hundirle, pero resultaron tan atrayentes para la gente que se volvió una cuestión popular y perdió su sentido de instrumento para la prevención de delitos.

Luego de la invención de la imprenta, se hicieron famosas las hojas volantes y folletines en los cuales se narraban y describían gráficamente crímenes horrendos, algunas veces reales, otras muchas inventados. En México, a mediados del siglo XIX, José Guadalupe Posada lograba un éxito tremendo en la Gaceta callejera, en la cual plasmaba los crímenes del día acompañados de la maestría de sus grabados. Ya en el siglo XX surge un referente cultural de la sociedad mexicana en 1963 con la aparición de Alarma! revista elevada actualmente a nivel de culto en la cual cada número se esperaba superase al anterior en la exposición gráfica y narración de hechos delictivos aberrantes y de la cual la leyenda dice, se llegaron a tirar hasta cuatro millones de ejemplares a la semana.

El director de la revista hasta su desaparición, Miguel Ángel Rodríguez, defendió en entrevista su postura de la siguiente manera: “El interés de la gente por la desgracia ajena se debe principalmente a dos cosas: al morbo natural que los humanos tienen por lo grotesco y lo prohibido y porque […] hay mucha gente que es pobre, que no tiene dinero para comer, pero que al ver una revista como Alarma! dice ‘pues no estoy tan jodido, este […] está peor, porque está muerto”.

La sangre es de quien la trabaja

El desarrollo tecnológico y la consecuente aparición de medios periodísticos electrónicos que buscan tanto alternativas para comunicar como para hacerse redituables ha conllevado ciertas características en las cuales es indispensable pensar en los límites éticos. Como sociedad no podemos seguir en el pensamiento medieval que usa la exposición gráfica como medio aleccionador y generador de conciencia, eso es falso. Las garantías de las víctimas deben prevalecer en este momento histórico por sobre los supuestos periodísticos de inmediatez.

En el caso ejemplar, la descripción de las nefastas acciones era más que suficiente para reflexionar y actuar en consecuencia. La imagen explícita, por más defensa insostenible de un supuesto e incomprobable carácter concientizador a lo único que abona es al retroceso como sociedad y la deshumanización ante los hechos violentos a los cuales nos confrontamos. Si los editores de los medios quienes defienden a ultranza sus publicaciones explícitas les han mostrado a sus descendientes tales imágenes innecesarias, pues ya entendemos que tipo de ciudadanos hemos detener a partir de su custodia.

La ética no es lo que mueve a estas personas, sino el concepto de moral acuñado por el cacique Gonzalo N. Santos: La moral es un árbol que da moras y guiados por la “ley de los tres ierros : encierro, destierro o entierro”. El carácter moralista religioso radical es la base tras la cual justifican y anuncian seguir publicando imágenes trasgresoras de los derechos humanos.

Fotografiola, publicola y rompiola (ley)

Por más que trate de evadir su responsabilidad en la revictimización, el daño que provoca en la víctima y sus familiares, los medios que han defendido con una base débil del precepto de libertad de la cual abusan por plena ignorancia o absoluta dejadez tienen una responsabilidad que puede ir de lo administrativo a lo penal: El informe de la Cuarta Conferencia Mundial Sobre la Mujer de la ONU, suscrito por México y 198 países en total indica que: “Las imágenes de violencia contra la mujer, que parecen en los medios de difusión… son factores que contribuyen a que se perpetúe esa violencia, que perjudica a la comunidad en general, y en particular a los niños y los jóvenes”.

De igual manera, hay regulaciones federales y locales de las cuales he aprendido y publicaré en consecuencia, siendo menos que un experto en leyes dejo a ustedes. Las Leyes vigentes: Ley General de Víctimas Federal; la local; La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, tanto en forma federal como potosina; han sido trasgredidas por medios de comunicación que de manera tramposa tratan de sostenerse en la libertad de expresión para ejercer juicios y actuar de manera subjetiva ante la información, desvirtuando así las posibilidades del raciocinio pero potenciando las de la furia de la masa. La sangre vende. Quienes han impulsado tales “notas” son personas venidas a menos en la política local, intrascendentes pero llenas de rencores cuya única posibilidad de progresar radica en el dolor ajeno y la práctica indiscriminada de la ofensa.

De esta manera han surgido páginas de ex funcionarios gubernamentales y hay de todo, esperanzados, desesperanzados, serviles, seres viles, y presos políticos al acomodo. Hay seres que tratan de volver a la palestra mediante el dolor ajeno y la revictimización redituable al grado de utilizar a las víctimas de delito como carne de presa y defender su torcida opinión acerca de la condición que le rodea. Con diosito mediante.

En eso se ha convertido la nota roja. A estas alturas extrañamos a la Alarma! Como única posibilidad sin intereses políticos en la nota roja. Las imágenes de dolor ajeno, bendecidas por El Señor y los santos, reivindicarán a nuestra sociedad desde la óptica de esos medios, quienes no respetan la ley ni los derechos humanos, sino la justicia inquisicional.

Amén.

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